BATALLA DE CARABOBO
Parte del Sr. Ministro de Guerra y Marina el Excmo. Sr. Vice Presidente interino de la República.
REPÚBLICA DE COLOMBIA.
MINISTERIO DE GUERRA Y MARINA.
EXERCITO LIBERTADOR.
Cuartel General de Caracas 29 de Junio de 1821-11°
Al Excmo. Sr. Vice Presidente interino de la República.
Desde el Tocuyito tuve la satisfacción de participar por una circular
la gloriosa Victoria de Carabobo, y previne se transmitiese a V.E. tan
pausible noticia. Las rápidas marchas que ha hecho S.E. y la multitud de
atenciones de que he estado rodeado, me habían impedido hasta ahora
cumplir con el agradable deber de dar a V.E. algunos detalles sobre
aquella célebre jornada y las posteriores operaciones del exército.
El enemigo, concentrado en Carabobo desde que fue expulsado de San
Carlos, extendía sus partidas de observación hasta el Tinaquillo, lo que
le daba la ventaja de saber muy anticipadamente nuestra aproximación,
que deseaba S.E. ocultarle, para no darle tiempo de reunir las fuerzas
que el Sr. General Bermudez había atraído sobre Caracas, y el Sr.
Coronel Carrillo sobre San Felipe. Con este intento marchó el Teniente
Coronel Silva el 19 con un destacamento a sorprehender y apresar la
descubierta que diariamente hacia el enemigo hasta el Tinaquillo. El
Comandante Silva llenó tan completamente su comisión, que apenas pudo
escapar un soldado de los que formaban la descubierta enemiga. El
Comandante de ella y cuatro hombres más murieron en el acto: los demás
quedaron prisioneros. Este suceso aterró de tal modo al enemigo, que
hizo retirar inmediatamente un fuerte destacamento con que cubría el
inaccesible desfiladero de Buenavista. El 23 se reunió en la marcha todo
el exército que se había movido en divisiones, y al amanecer del 24
nuestra vanguardia se apoderó de Buenavista distante una legua de
Carabobo. De allí observamos que el enemigo estaba preparado al combate,
y nos esperaba formado en seis fuertes columnas de infantería y tres de
caballería, situadas de manera que mutuamente se sostenían para impedir
nuestra salida a la llanura. El camino estrecho que llevábamos no
permitía otro frente que para desfilar, y el enemigo no solamente
defendía la salida al llano, sino que dominaba perfectamente el
desfiladero con su artillería, con una columna de infantería que cubría
la salida y dos que la flanqueaban por derecha é izquierda. Reconocida
la posición, S.E. creyó que no era abordable; y observando, por la
colocación del exército Español, que este no temía al ataque sino por el
camino principal de San Carlos ó por el del Pao, que salía a su
izquierda, dispuso que el exército convirtiese su marcha rápidamente
sobre nuestra izquierda, flanqueando al enemigo por su derecha que
parecía mas débil. El Sr. General Paez, que mandaba la primera división,
egecutó el movimiento con una increíble celeridad, despreciando los
fuegos de la artillería enemiga; pero era imposible impedir que el
enemigo no corriese a disputarnos la salida a la llanura. Debíamos
desfilar por segunda vez para atravesar un riachuelo que separaba la
colina en que había desplegado al exército, y la que dominaba el
enemigo. Siendo plana la cumbre de esta, daba al enemigo la ventaja de
moverse fácilmente y de ocurrir a todas partes. Así fue, que a pesar de
la sorpresa que causó el exército Español nuestro movimiento, pudieron
algunos de sus cuerpos llegar a tiempo que empezaba el batallón de Apure
a pasar el desfiladero. Allí se rompió el fuego de infantería sostenido
vigorosamente por ambas apartes. El batallón de Apure, que logró al fin
pasar, no pudo resistir solo la carga que le dieron. Ya plegaba cuando
llegó en su auxilio el batallón Británico que le seguía. El enemigo
había empeñado en el combate cuatro de sus mejores batallones contra uno
solo del exército LIBERTADOR, y se lisonjeaba de obtener con todos
nuestros cuerpos el mismo suceso que con el primero que había contenido.
La firmeza del batallón Británico para sufrir los fuegos hasta que se
formo, y la intrepidez con que cargó a la bayoneta, sostenido por el
batallón de Apure, que se había rehecho, y por dos compañías del de
Tiradores, que oportunamente condujo al fuego su Comandante el Teniente
Coronel Heras, decidieron la batalla. El enemigo cedía el terreno,
aunque sin cesar sus fuegos. Nuestro batallones avanzaban, y apoyados
por el primer escuadrón del regimiento de Honor del Sr. General Paez y
por el estado mayor de este General desalojaron completamente al enemigo
de la altura. El exército pasaba rápidamente el desfiladero por dos
estrechas sendas; y el enemigo aunque desalojado de su primera posición,
había podido rehacerse, y procuró aprovechar el momento de hacer una
nueva carga con su caballería mientras que nuestros piquetes de esta
arma que habían pasado, perseguían y despedazaban a sus batallones que
huían. Algunos de nuestros piquetes de caballería del primer escuadrón
del regimiento de Honor y el estado mayor del Sr. General Paez, se
reunieron en número de 80 ó 100 hombres, y ellos solos bastaron para
rechazar y poner en derrota toda la columna de caballería enemiga. Desde
este momento el triunfo quedó completo. El enemigo no pensó sino en
huir y salvarse. Nuestra caballería que sucesivamente iba recibiendo
refuerzos de todos los escuadrones que pasaban el desfiladero, hizo la
persecución con un vigor extraordinario. Batallones enteros se tomaron
prisioneros: otros arrojando sus armas se dispersaron disueltos por los
bosques.
Los dos batallones enemigos que habían quedado cubriendo el camino
principal de San Carlos y flanqueándolo por la derecha no entraron en
combate y pretendieron retirare en masa. Nuestra caballería procuró
entretenerlos mientras salía la infantería; pero no logró sino
obligarlos a que precipitasen la retirada y perdiesen algunos hombres
que se dispersaban. Hasta las inmediaciones de Valencia vino el exército
persiguiendo la columna; y fue en esta operación donde el ardor de
nuestros gefes y oficiales de caballería hizo sensible nuestra pérdida.
Como nuestra infantería estropeada con las largas marchas que había
hecho durante la campaña, no podía sostener el paso de trote que llevó
el enemigo por seis leguas, nuestra caballería se empeño en entretenerlo
para dar tiempo que llegasen algunos batallones. A veces las
escaramuzas se convertían en cargas que aunque costaron bastante al
enemigo, causaron a la República el grave dolor de perder a uno de sus
más esclarecidos generales, y al bravo Teniente Coronel Mellao que
mandaba los Dragones de la Guardia. La columna enemiga se había
defendido valientemente a pesar de que se había disminuido mucho. S.E.
temió que si entraba a Valencia, no era posible impedirle el pasa o
Puerto Cabello, y a una legua de aquella ciudad hizo que los batallones
Rifles y Granaderos de la Guardia montasen a caballo y fuesen al galope
en su alcance. Casi al entrar a las primeras calles de aquella ciudad
tuvieron nuestros granaderos la fortuna de alcanzarla; pero apenas se
vió cargada por ellos cuando se dispersó y desapareció del todo.
Valencia fué ocupada en el acto, y algunos destacamentos siguieron hasta
Naguanagua persiguiendo a los gefes Españoles que huían hacia Puerto
Cabello.
Por los prisioneros tomados supo S.E. que el día antes de la batalla
había marchado el Coronel Español Tello con los batallones Navarra y
Barinas a reforzar a San Felipe, ignorando el enemigo que la columna del
Sr. Coronel Carrillo la había ocupado ya. S.E. destacó del Tocuyito al
Teniente Coronel Heras con tres batallones a tomar la espalda de Tello, y
cooperar a batirlo con el Sr. Coronel Carrillo. Aun no se sabe el
resultado final de esta operación, que tal vez queda sin efecto, porque
Tello emprendió su retirada sobre Puerto Cabello antes de que nuestras
tropas lo avistasen.
Al amanecer del 25 marcho el Sr. Coronel Rangel a establecer el
bloqueo de Puerto Cabello, y desde el 26 quedó formada la línea de
simple bloqueo, porque era preciso aguardar el complemento de nuestras
operaciones para estrecharla y formarla de sitio.
Por la tarde del 25, después de haber arreglado el Gobierno de
Valencia, organizado de nuevo el exército, y destacado algunos cuerpos
sobre Calabozo y el Pao a perseguir los dispersos que hubiesen tomado
aquellas direcciones, marcho S.E. sobre esta capital con tres batallones
de su guardia y el regimiento de Honor del Sr. General Paez. Su objeto
era tomar la espalda de la división con que el Coronel Español Pereira
perseguía al Sr. General Bermudez sobre los Valles del Tuy. No me es
posible informar aun a V.E.
de los prodigios que este célebre General ha obrado con una pequeña
división por esta parte, en cumplimiento de las órdenes que tenía. Basto
decir a V.E. que los pueblos y el enemigo están asombrados, y no
alcanzan a expresar toda su admiración, ni decidir si han sido mayores
su valor y su audacia, o su prudencia y habilidad. Esperamos por
momentos su arribo a esta ciudad, y entonces impuesto detenidamente de
sus operaciones, tendré la satisfacción de comunicarlas a V.E.
El Coronel Pereira, al saber la derrota del exército Español, replegó
sobre esta capital, y envió una partida de húsares sobre los valles de
Aragua a saber nuestra situación. La partida fué sorprehendida y
apresada por un piquete de lanceros del regimiento de Honor que se había
adelantado ya de San Pedro. Pereira se retiró, sin esperar más
resultados, sobre la Guaira; pero sabiendo en el tránsito que no había
en aquel puerto buques en que embarcarse, convirtió su marcha hacia
Carayaca, buscando algún camino que lo conduzca a Puerto Cabello por la
costa. No habiendo hallado ninguno, ha emprendido la retirada por los
montes elevados y espesos bosques que dividen del mar a los valles de
Aragua. El Sr. Coronel Manrique con dos batallones y un trozo de
caballería había ido a buscarlo a Carayaca; pero instruido de la
dirección que lleva, se ha puesto en su persecución El Comandante
Arguindegui quedo en los valles de Aragua con su batallón para cortar a
Pereira por cualquiera vía que tome, bien sea por la costa ó por la
cordillera. Si recibe oportunamente los avisos que se le han dirigido,
puede asegurarse la absoluta destrucción de aquella división, que de
1.500 hombres, queda ya reducida a 600 por las pérdidas en los combates
frecuentes con el Sr. General Bermudez y por las deserciones que ha
sufrido en la retirada.
S.E. tuvo la particular satisfacción de entrar solo con su E.M y el
del Sr. General Paez en esta capital el 29. El pueblo, que acababa de
ser evacuado el día anterior, había estado desierto hasta la hora en que
el Edecan Ibarrase presentó en medio de el a anunciar la aproximación
de S.E. No hubo tiempo de que se hiciesen otros preparativos que los del
corazón, y ha sido este el modo con que Caracas ha expresado más
vivamente sus sentimientos de gratitud y amor al Libertador de la
Patria, y su ardiente entusiasmo por la libertad. Las calles desiertas
dos horas antes se vieron de repente llenas de una concurrencia numerosa
é inmensa: las casas cerradas se abrieron y se iluminaron. S.E. entró
en medio de las aclamaciones y transportes de un pueblo que enagenado de
placer corría en tropel a participar de la felicidad de volver a ver,
de estrechar y abrazar mil veces al Padre de la Patria. Mujeres y
hombres, niños y ancianos iban mezclados confundiendo sus vidas. Hasta
las doce de la noche no cesó de renovarse el concurso en la casa y fue
preciso cerrarla al fin para poderse ocupar S.E. de algunos negocios
importantes. Al amanecer se ha repetido la escena de la noche y ha
continuado todo el día.
El Edecan Ibarra marchó esta mañana a apoderarse de la Guaira que
está evacuada, y se ha participado ya su entrada allí sin novedad.
V.E. extrañará que no haya recomendado particularmente a ningún gefe
ni oficial en la batalla, porque seria necesario insertar en este parte
los nombres de todo el exército, ó por lo menos los de toda la primera
división y de todos los gefes de las otras.
Generales, gefes, oficiales y tropas, todos indistintamente se han
manifestado en este memorable día, dignos defensores de la República.
Dios dé a V.E. muchos años.
El Ministro,
Pedro Brizeño Méndez
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