Nacido en Ciudad Bolívar el 21 de Abril de 1881, era un hombre de
estatura baja, asequible, amable, sencillo, ambientalista,
consustanciado con la naturaleza y el río. Por sus venas corría sangre
india, alemana y portuguesa y su vocación científica creyó siempre que venia de la afición que tenía su abuelo berlinés por las novedades de la astronomía.
Estudió en el Colegio Federal de Varones, donde se graduó de bachiller
en filosofía a los 20 años, edad cuando comenzó a publicar en “El Anunciador”
sus observaciones meteorológicas. Los bolivarenses empiezan a ver con
interés al Bachiller Sifontes a raíz de la aparición del Cometa Halley
en 1910, cuando el astrónomo Flanmarión, entre otras cosas, decía que la
humanidad podría morir de alegría por la influencia magnética de la
electricidad de que estaba cargada la cauda del cometa.
Desde la azotea de la Casa del Congreso de Angostura, entonces sede del
Colegio Nacional, observaba a través de un telescopio al cometa y
mantenía informados a los bolivarenses de sus movimientos y aproximación
a la tierra. Fue un nato
investigador de la meteorología en general y llevó su investigación
hasta hechos históricos, costumbres y tradiciones de bolivarenses,
mereciendo su reconocimiento como Cronista de la Ciudad y Miembro
Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia. En calidad de
fundador dirigió hasta 1940 la Estación Meteorológicas de Ciudad Bolívar
y fue asumido como Hidrólogo de las Fuerzas Navales y Miembro de la
Sociedad Interamericana de Antropología y Geografía, de la Sociedad
Meteorológica de Francia, de la Sociedad Geográfica de París, de la
Sociedad Astronómica de Bélgica y de la Sociedad Meteorológica de
Boston.
Cuando el bachiller Ernesto Sifontes murió, a la edad de los 78 años,
Venezuela recién salía de la dictadura con un gobierno directamente
electo por el pueblo. Los escasos periódicos que entonces habían
sobrevivido se veían atiborrados de información política y de amenazas
golpistas; por eso, tal vez, hubo poco espacio para resaltar la obra de
quien acababa de morir. Una obra que se encuentra diseminada en
publicaciones y revistas, fundamentalmente en sus periódicas monografías
sobre climatología, meteorología, hidrología e hidrografía. Un año
antes de su fallecimiento había publicado: “Del Orinoco al Ávila”, “El Playón de la Cocuyera” y “Manchas del Orinoco”. Las tres en una editorial de Barcelona, España.
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