Disolución primer congreso de Venezuela y la Dictadura de Miranda

Francisco de Miranda, óleo de Emilio J. Mauri, Caracas, 1887. 
Este Congreso, que se llamó «Supremo Congreso de Venezuela» lo presidió durante un período Felipe Fermín Paúl y fue Secretario el italiano Francisco Isnardi.

Uno de los primeros actos del Congreso fue nombrar al Poder Ejecutivo, el cual quedó presidido por don Cristóbal Mendoza. Acompañaban a éste en el triunvirato don Juan de Escalona y Baltasar Padrón.

 Después de declarar la Independencia de Venezuela el 5 de julio, el Congreso dedicó la mayor parte de sus sesiones a discutir la primera Constitución, que fue aprobada el 21 de diciembre de ese mismo año. Aunque duró muy poco, ésta fue la primera Constitución de Hispanoamérica.
 
El 15 de febrero de 1812 el Congreso suspendió sus sesiones y acordó trasladarse a Valencia, designándola Ciudad Federal el 1º de marzo de ese mismo año cuando reanudó sus sesiones. 

El Congreso prolongó sus labores hasta el 4 de abril de 1812, fecha en que se disolvió y confirió facultades extraordinarias al Poder Ejecutivo para enfrentar la terrible crisis que vivía la República en aquella fecha y ahora el Ejecutivo decide hacer lo propio, confiriéndole al generalísimo, que se ofrece para recibirlas, todas las potestades ejecutivas y legislativas, el 19 de mayo de 1812. Es así que Miranda, quien apenas un año antes había sido mal visto y sus opiniones puestas en duda sistemáticamente, pasa a ser responsable último de mantener en pie un sistema político en el cual cada vez menos personas creen; ahora no sólo debe ocuparse de las cuestiones militares, sino de las políticas y económicas también.

El nombramiento, que ha pasado a la historia como la Dictadura de Miranda, no será nunca universalmente reconocido en el menguante territorio republicano  y se prestará para todo tipo de tergiversaciones sobre la autoridad real del designado. En el papel tiene plenos poderes, pero en la realidad su campo de acción es muy limitado frente a la magnitud del descalabro económico, la confusión política y la resistencia de sectores que sabotean su gestión constantemente. Su autoridad es tan limitada que gobiernos locales como los de las provincias de Caracas y Cumaná rehusarán abiertamente reconocer la autoridad de los gobernadores militares designados por él en un área de su estricta competencia.





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