En 1796, nace en Los Puertos de Altagracia, Estado Zulia, la heroína de la independencia de Venezuela, Ana María Campos. Hija de don Domingo José de Campos y Perozo de Cervantes y doña María Ana Cubillán de Fuentes y Vera, desde joven fue partidaria de las ideas emancipadoras desplegadas en contra del gobierno Español. Perteneciente a una de las familias más aristocráticas de la región, Ana María poseía una educación estrictamente limitada, costumbre asumida por toda familia de abolengo en aquellos tiempos en los que las mujeres solo despuntaban en las austeras prácticas de la religión Católica. A pesar de esto, la heroína alcanzó a sobresalir en las artes sociales y hasta en los puntillos de caballería, llegándose a conocer como una consumada Amazona. Perteneciendo a estos altos círculos sociales, Ana María fue expuesta indirectamente a los escritos y pensamientos liberales del ‘Siglo de las Luces’, despertándo desde muy joven la sed por la igualdad, libertad y fraternidad que la inspirarían a resistir el contragolpe realista de los años 1821-23. La noble doncella se dará a conocer como partidaria de las ideas emancipadoras durante la ocupación realista del Lago de Maracaibo por el temido Mariscal de Campo Español, Francisco Tomás Morales, quien al oír de sus actividades revolucionarias la mandaría a detener en el año 1822. Ana María fue acusada de haber organizado numerosas reuniones clandestinas de carácter republicano, y de habérsela oído decir durante una de ellas, "Si Morales no capitula, monda" – que en el lenguaje vernáculo de aquellos tiempos quería decir: Si no se rinde, muere.
Habiendo sido interrogada personalmente por el oficial español,
Campos confiesa haber sido la autora de dicha afirmación, una que ya se
había convertido en dicho popular muy repetido por las calles Marabinas,
y al negarse a presentar disculpas a las autoridades Españolas, Morales
la condena a ser flagelada públicamente siendo conducida descamisada
por las calles de Maracaibo a espaldas de un burro - en vez de a
caballo, como señal de oprobio. Este suplicio fue acompañado por los
latigazos del verdugo Valentín Aguirre, quien después de cada azote le
preguntaba si se quería disculpar, a lo que la valerosa doncella
respondía en alto, “Si no capitula, monda”.
Ana María soportó el suplicio heroicamente y sin dar su brazo a
torcer; sin embargo el quebranto físico resultante de este abuso
eventualmente le costó la vida - pero no antes de haber recibido la
satisfacción de ver sus aspiraciones de libertad cumplidas al librarse
la Batalla Naval del Lago de Maracaibo el 24 de julio de 1823;
batalla que selló la independencia de la Provincia de Maracaibo y que
obligó al detestado Morales a acogerse a los exigentes artículos de
capitulación ofrecidos por los independentistas.
Ana María murió a pocos años de esa victoria y a orillas del mismo lago que la viera acontecer; corría el 17 de octubre de 1828. Tenía treinta y dos años de edad y nunca se recuperó de tan brutal suplicio.
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