La visita a Venezuela del vicepresidente Richard Nixon.

La visita a Venezuela del vicepresidente Richard Nixon.  Obviamente, todo se debió a una falta absoluta de percepción del clima político prevaleciente en nuestro país, luego de la caída del general Pérez Jiménez.
Las relaciones de Estados Unidos bajo la presidencia del general Eisenhower habían sido más que cordiales. Luego de la X Conferencia Interamericana celebrada en Caracas, (en la Ciudad Universitaria), Pérez Jiménez fue condecorado por Estados Unidos con su máxima distinción, y Eisenhower en el pergamino que le otorgaba la condecoración lo calificó como “el gobernante ideal para América Latina”.

Ese gesto fue registrado por los venezolanos, en algún lugar secreto de la memoria. De modo que, al caer Pérez Jiménez, existía un ambiente poco propicio para Estados  Unidos. El momento era de extrema politización, luego de una década de censura y de rígido control de la opinión pública. Así, la embajada de Estados Unidos cometió el grave error de no advertir a la  Casa Blanca que la visita del vicepresidente ni era oportuna ni conveniente. Contra la opinión de algunos expertos, se aprobó la visita de Nixon a varios países de América Latina.


El malestar con Estados Unidos no sólo era asunto de los venezolanos. Algo que agravó la situación fue el hecho de que en las ciudades que precedieron la visita a Caracas, como Lima,  las manifestaciones populares habían sido violentas. De modo que a la carga venezolana, se añadían las noticias de lo que venía sucediendo. Estados Unidos en lugar de reconocer que el momento no era indicado, persistió  en completar la gira del astuto político.

El martes de mayo de 1958, a las 11 de la mañana como estaba previsto, el avión de la Fuerza Aérea norteamericana aterrizó en Maiquetía proveniente de Bogotá. Era la octava y última estación de un recorrido de 18 días (del 27 de abril al 15 de mayo) por todos los países de América del Sur, con la excepción de Brasil y Chile.
El Vice-presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon acompañado por Eugenio Mendoza de la Junta de Gobierno recibe honores militares a su llegada al Círculo Militar, durante su visita a Venezuela. Caracas, 14-05-1958. (ARCHIVO EL NACIONAL):
El Vice-presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon acompañado por Eugenio Mendoza de la Junta de Gobierno recibe honores militares a su llegada al Círculo Militar, durante su visita a Venezuela. Caracas, 14-05-1958. (ARCHIVO EL NACIONAL)
Una hora antes había arribado un avión donde viajaban los periodistas norteamericanos que cubrían la gira, entre quienes se contaba la estrella de Hollywood Jinx Falkenburg, quien para el momento era conductora de un programa televisivo de entrevistas noticiosas. La bella Jinx, quien hablaba español porque de niña había pasado unos años con su familia en Chile, era sin duda un personaje muy curioso no solo por su notable belleza atlética, reproducida en decenas de avisos publicitarios, sino porque había sido pionera del formato talk-show en radio. La troupe de Prensa era, pues, nutrida y variopinta. Y habían llegado a tiempo para convertirse en testigos de primera línea de los hechos que no tardarían en ponerse en marcha.

Lo primero que ha debido ver, nada más descender de la aeronave con su esposa Pat Nixon, fue una inmensa pancarta, ubicada en el centro del balcón del terminal que da a la pista de aterrizaje, que ponía: “Fuera, Nixon”. Y unos minutos después, mientras se entonaba el himno nacional de Estados Unidos y sonaban los 21 cañonazos de saludo, ya había estallado la rechifla de la multitud, en su mayoría estudiantes, según consignaros los medios de comunicación de la época. Creyendo quizá que un gesto imprevisto sorprendería a los manifestantes y los dejaría sin respuesta (esto le había dado cierto resultado en alguna de las universidades donde había estado antes, en el cono sur) intentó acercarse a la muchedumbre a saludar, pero en vez eso encrespó a la gente, que le tributó una cascada de escupitajos alcanzado incluso a la señora Nixon. También le dieron un tarascón al Vicepresidente cuyo traje sufrió un desgarrón.

Rápidamente los metieron en el Cadillac 63-CD y la caravana salió del aeropuerto rumbo al Panteón Nacional para poner una ofrenda de flores en la tumba de Bolívar.Esto no se cumpliría
Al atravesar la avenida Sucre el automóvil del vicepresidente fue asaltado con tal saña que Nixon por poco perece en Caracas. No resultó muerto de milagro, como él lo relató en su libro Seis crisis. Allí está su testimonio, la descripción patética de cómo había estado tan cerca de la muerte.

El vehículo fue rodeado por manifestantes violentos que arrancaron e hicieron jirones las banderas de Estados y Venezuela, que adornaban el auto oficial; atacaron las puertas y ventanas con tubos, mientras de todas partes llovían piedras, huevos y tomates. El ataque fue tan intenso que lograron romper los vidrios de seguridad y una esquirla impactó a Nixon en la cara; y otra ola de salivazos arropó a la pareja visitante y a Oscar García Velutini, el canciller de Venezuela que venía con ellos en el carro.

Según lo recordó Nixon en sus memorias: “Me puse prácticamente enfermo al ver la furia en los ojos de los adolescentes, que eran poco mayores que mi hija de doce años”.


Evidentemente, el recorrido por la capital había sido mal organizado. La Seguridad no funcionó, de manera que los 12 agentes del Servicio Secreto que venían en la caravana se abalanzaron sobre el Vicepresidente y sacaron sus armas. Fueron ellos quienes apartaron al gentío que rodeaba el Cadillac. En medio de la confusión, el chofer pudo acelerar y así escapó, evitando una tragedia.

Mientras tanto, el agregado naval auxiliar, que había sido enviado al Panteón con la corona de flores para entregársela a Nixon, fue embestido también. Le arrancaron la guirnalda y los pétalos volaron por los aires. Tal fue la turba en el edificio donde reposan los restos del Libertador que se decidió en el acto la suspensión del evento y que los Nixon irían directamente a su Embajada, en la Florida, este de Caracas



 

Pero, qué pasaba con la Policía. No hay que olvidar que la llegada de Nixon a Venezuela se produjo apenas tres meses y medio después de la caída de Pérez Jiménez. Todavía privaban cierto caos en las instituciones. Los organismos de Seguridad, que habían sido abandonados por muchos que tenían un feo historial, estaban en proceso de desmantelamiento para ser sustituidos por cuerpos profesionales, imbuidos de espíritu democrático. En esa misma ruta, la escolta policial venezolana que con tanta timidez hizo frente a una turba que no se esperaba, estaba temerosa de enfrentarse contra los furiosos civiles, no solo para no repetir las prácticas abusivas que por aquellos días eran denunciadas en todos los escenarios, sino porque los mismos funcionarios tenían razones para estar acoquinados ante la gente cuya rabia había sido manifiesta semanas antes cuando la ciudadanía salió a las calles a sellar el derrocamiento del dictador. Se habían registrado furibundas persecuciones a esbirros y soplones, así como saqueos a las casas de los gerifaltes. En su actitud pusilánime, los uniformados solo atinaron a detener a un estudiante que se había acostado en medio de la vía para impedir el avance del carro de Nixon.

No menos importante es el hecho de que tanto la Junta de Gobierno como los Estados Unidos calcularon mal el clima político que prevalecía en Venezuela tras la caída de Pérez Jiménez.

Entre tanto, y con gran rapidez, Al enterarse de la agresión, funcionarios de la embajada de EEUU informaron por teléfono el presidente Eisenhower y este ordenó la inmediata movilización de un escuadrón naval de la 4ta flota del Pacífico hacia la costa venezolana para usarlo en caso de que Nixon tuviera problemas para salir del país y debiera ser evacuado en helicóptero hacia un barco. Esto tampoco ocurrió. Al día siguiente, el miércoles 14, personal militar venezolano escoltó a Nixon y a su esposa Pat hasta el aeropuerto y se fue sin inconvenientes. La visita del vicepresidente fue una de las más inexplicables temeridades de la política norteamericana, y una demostración de lo mal informados que estaban sus organismos de inteligencia sobre la situación de Venezuela, y de América Latina, en general.

Richard Nixon era un gran político y un hombre de coraje. Pero sobretodo, era orgulloso y no cabía en su talante suspender una visita por simple temor. Quizás pensó que afectaría su carrera y su aspiración de llegar a la Casa Blanca como sustituto del general Eisenhower. Ahora hace medio siglo, en noviembre de 1960, Nixon fue derrotado por John F. Kennedy en su primer intento de conquistar la Casa Blanca. Después logró su ambición, pero cayó por un episodio conocido como Watergate. 



In Caracas, Venezuela’s capital city, Richard Nixon narrowly escape death after a violent communist mob attacks their motorcade.:
 

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