LA INSURRECCION DE JOSE LEONARDO CHIRINOS (1795)

 
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Distintas causas –de diferentes órdenes– dieron origen a este movimiento. La variable condición social en que se encontraban los negros y los aborígenes, representa un motivo de importancia, pues todos los negros aspiraban a ser libres y todos los indígenas a ser exentos. Así estaban las situaciones cuando llegó la noticia, en la cual el Rey de España había acordado la libertad de los esclavos. La cédula que esto ordenaba había llegado a Venezuela, pero las autoridades reales y especialmente el Cabildo de Caracas se oponían a darle cumplimiento, por ser atentatoria a los derechos de los propietarios. Para 1790 ésta era una verdad, aceptada por los negros de la serranía, pues un hechicero llamado Cocofió se había encargado de propagarla por todas las haciendas. Se decía incluso que José Caridad González, un negro que tuvo la oportunidad de ir a la Península y logró conseguir con el Monarca títulos de propiedad para los negros loangos de las tierras de Macuquita, había visto en España la referida cédula. Dentro de este esquema, el Rey aparecía como un “Santo” dispensador de bondades, y la autoridad y los amos, como unos seres despreciables. Así se fue encendiendo el rencor, sembrándose el germen de la rebeldía.  
 
Esta vez tenían cierta razón los negros por sus sospechas. Se trataba en verdad del llamado Código Negro, el que, si bien no tenía el alcance que le daban los esclavos, pues en lo absoluto se refería a la concesión de la libertad, se establecía un régimen de mayor consideración para ellos.

Para el tiempo en que se propagaban los rumores, llegó a Coro como recaudador de los Derechos Reales, Juan Manuel Iturbe, quien puso todo su empeño en cobrar formalmente las contribuciones. Los aborígenes demorados debían pagar sus tributos –según el recaudador Iturbe– en dinero efectivo; el derecho de alcabala debía extenderse a todas las transacciones, por pequeñas que ellas fueran. A las mujeres  –afirma Arcayales embargaban en garantía de los impuestos sus rosarios, zarcillos y hasta pañuelos con que cubrían la cabeza.  Estos hechos perjudicaban principalmente a los esclavos y labradores libres de la Sierra, los cuales no disimulaban su descontento.

Otra causa fue el inicio de la Revolución Francesa, de la cual llegaban noticias.los levantamientos de esclavos liderados por Toussaint-Louverture y las tendencias republicanas que pugnan por imponerse sobre el régimen colonial. A Coro estas noticias llegaban a través de La Guaira y Curazao. Durante el transcurso de la guerra franco-española aparecerían con frecuencia los corsarios franceses en las cercanías del puerto de La Vela. Los terratenientes corianos, quienes vivían gran parte del año en sus haciendas, comentaban los sucesos de dicha Revolución.

Uno de ellos, Don José Tellería, tenía como huésped en su hacienda de Curimagua al mejicano José Nicolás Martínez, que había llegado a Coro en 1794. Este Martínez era un hombre ilustrado, como también Tellería, y en sus tertulias, entre otras cosas, hablaban de los acontecimientos de Francia, del derrumbamiento del antiguo orden social, de la proclamación de la República y la igualdad para todos, del ajusticiamiento del Rey y de la guerra con España; además preveían que el triunfo de los franceses podría traer como consecuencia un desembarco de los corsarios de esta nacionalidad para apoderarse de Coro.
 
José Tellería se entera de tales convulsiones y la cuestión le preocupa, estas conversaciones las escuchaban los criados y los esclavos quienes las comentaban entre los suyos. Todas estas cosas llegaban a conocimiento de un negro libre de nombre José Leonardo Chirino, quien además las escuchaba directamente pues vivía en la casa de Don José de Tellería, señor a quien servía. Él era hijo de un esclavo de Don Cristóbal Chirino –de donde venía su apellido– y de una india libre – caquetía– llamada Cándida Rosa.

José Leonardo Chirino había acompañado a Don José Tellería en sus viajes de negocios a Curazao y Haití, donde había observado cómo vivían los negros de esta última isla, los cuales se habían sublevado, para hacer valer sus derechos y abolir la esclavitud. ¿Por qué no hacer lo mismo con los negros de la Sierra? Los Viajes, las conversaciones y la inteligencia de este zambo le permitieron cultivarse y adquirir cierto prestigio entre los trabajadores de la Sierra coriana, pues además, era un negro que había vivido experiencias distintas y enriquecedoras, que el resto de sus iguales. La agitación en que se encontraban los esclavos en esos momentos hacía la ocasión propicia
Chirino también está al tanto, pero esto, en lugar de preocuparlo, lo estimula: eso de libertad e igualdad tenía que estimular a alguien que jamás ha visto un movimiento similar en tierra firme.

Asimismo, estableció contacto con el proceso que se vivía en Haití donde los negros esclavos se habían levantado contra los blancos y estaban luchando con éxito para obtener su libertad. De regreso a Venezuela se incorporó a un grupo de conjurados que se reunían en el trapiche de la hacienda Macanillas (Curimagua, Edo. Falcón), entre los que se encontraba José Caridad González, un negro congolés muy informado de las ideas de la Revolución francesa.

En la jurisdicción de Coro habitaban 3.261 esclavos negros, de ellos 960 en la ciudad propiamente dicha. Existía además una comunidad de once mil negros libres y pardos; muchos de estos negros libres formaban un grupo aparte, con barrios propios; éstos eran los llamados negros “loango”, la mayoría fugitivos de Curazao. Asimismo, junto a los grupos indicados anteriormente, formaban parte del cuerpo social los indios*, divididos en los en dos grupos: los libres o exentos de tributos (descendientes de los caquetíos) y los tributarios o “demorados” (descendientes de los Jiraharas y Ayaguas). Para completar el cuadro social, agregaremos que el grupo blanco –dentro de él los propietarios de tierras, esclavos y dinero– representaba la minoría étnico-social, aproximadamente diez por ciento del conjunto en total.


Todo esto le sirvió a Chirino para encabezar el 10 de mayo de 1795 un movimiento armado desde la mencionada hacienda.
Los acontecimientos

A finales de marzo de 1795,  José Leonardo Chirino empezó a tramar la conspiración con otros dos negros llamados Cristóbal Acosta y Juan Bernardo Chiquito. En el mes de abril, de regreso de un viaje a Coro, informó a sus compañeros que se había puesto de acuerdo con José Caridad González[6], quien acababa de llegar de Caracas, y le había ofrecido su apoyo, el de sus amigos, extranjeros que andaban por la costa y de los negros loangos que él comandaba. Según informaba Chirino, el plan de José Caridad era tomar a Coro, invadir Puerto Cabello y luego atacar a Maracaibo, contando con la ayuda de los corsarios franceses. Luego, quedó demostrado que nada de eso era cierto, pero Chirino supo utilizar el nombre de José Caridad González –negro de gran prestigio entre la gente de su raza– levantándolo como bandera.

Ciertamente, en meses anteriores a la insurrección, se escuchaban rumores que parecen haber llegado desde la Sierra hacia la población negra de Coro, tal como cita Lucas Guillermo Castillo Lara:
“las especies que más le llamaron la atención, decía Jacot, fue lo que le refirió el Cura Párroco, Pbro. Pedro Pérez: antes del levantamiento se hacían unos bailes o zambas en las que cantaban unos versitos muy deshonestos y se bailaba mil obscenidades; me acuerdo de una que dice: mas vale negro con placa, que caveza de blanco: candela arriba, candela abajo saca la muchacha, corta la cabeza, come los zamuros, beva la aguardiente”[7]

Y otro vecino llamado Nicolás Coronado le mencionó a Jacot otros versos, que también se cantaban en los expresados bailes “Candela abajo, candela arriba, muera lo blanco, lo negro viva…”. De ser cierto estos dos testimonios, nos conduce a pensar que los negros corianos se burlaban de las autoridades y de la aristocracia de Coro, al bailar y tocar al son de los tambores y en sus propias narices pronosticar el alzamiento, aparentemente de acuerdo con los futuros alzados. Esto se expresa en todo el contenido de las coplas, además planeaban con anticipación la insurrección y la expansión de las ideas de libertad, desde la Sierra hasta Coro “candela arriba, candela abajo”.

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Así llegó el domingo 10 de mayo de 1795, con el objeto de no despertar sospechas los conjurados, bajo la jefatura de José Leonardo Chirino organizaron un baile en el trapiche de la hacienda de Macanillas, Sierra de Coro; el mismo día en la noche se trasladaron a la Hacienda “El Socorro”,  donde dieron el grito de rebelión. Con los ánimos exaltados, empezaron a poner en práctica sus planes en la propia hacienda. Asaltaron la casa y mataron al mejicano José Nicolás Martínez, quien fue la primera víctima; también resultó gravemente herido Ildefonso Tellería. Después de saquear la casa, pasaron a la Hacienda Varón, donde mataron a José María Manzanos e hirieron a machetazos a Doña Nicolasa Acosta. Luego incendiaron las casas de las Haciendas La Magdalena y sabana redonda. De aquí, ya en la madrugada, regresaron a El Socorro, donde había establecido su cuartel general.
Jose Caridad Gonzalez
Los blancos huían temerosos a esconderse en los montes; uno de ellos, el joven Manuel Urbina, logró escapar y llevó la noticia a la ciudad.

En la mañana del once, José Leonardo Chirino designó comisiones y una de ellas salió a levantar a los negros de Canire y el Naranjal. La que fue a la cumbre de Curimagua dio muerte a Don Pedro Tellería y a Pedro Francisco Rosillo. Con algo más de doscientos hombres –negros en su mayoría–, Juan Cristóbal, uno de los jefes subalternos de José  Leonardo, fue enviado a Coro, con la firme creencia de que esta ciudad caería fácilmente pues le habían dicho además de no existir fuerza armada, los loangos con José Caridad González a la cabeza se unirían. A media noche llegaron a la aldea de Caujarao y ultimaron a los guardias de la aduana; amanecieron allí esperando al zambo Chirino.

Mientras tanto,http://encontrarte.aporrea.org/imagenes/1/jose-leonardo-chirinos.gif                    en la ciudad se enteraron de la proximidad de los insurrectos, la mala organización y calidad de sus armas. Los habitantes de Coro, encabezados por los principales ciudadanos blancos: el Doctor Pedro Chirino, Don Diego de Castro y Don Pedro García de Quevedo,  organizaron y armaron junto con las autoridades, una milicia que traía, además de otras armas, dos cañones pedreros. Bajo el mando del Justicia Mayor Don Mariano Ramírez Valderraín, se prepararon para el ataque; en enfrentamiento con Juan Cristóbal Acosta, murieron veinticinco negros y quedaron heridos veinticuatro. Ramírez Valderraín, alegre por su triunfo fácilmente logrado, mando a decapitar a los heridos y prisioneros.

Entre el 12 y el 13 de mayo se completó la derrota a los insurrectos, pues a la pequeña pero bien armada milicia blanca, se le agregaron las milicias de Indias, que contribuyeron a perseguir y capturar a los fugitivos de la Sierra. Cuando José Leonardo  Chirino iba a reunirse con los suyos, supo de la trágica derrota; pretendió entonces reorganizar sus fuerzas con los negros que huían pero ya no era posible. Ante la proximidad de las comisiones que subían en su búsqueda, optó por internarse en las serranías.

Es necesario mencionar que, una vez ocurridos los sucesos, la reacción inmediata de del Teniente de Justicia Mayor de Coro, Don Mariano Ramírez Valderraín, fue sofocar el motín por los medios más rápidos y expeditos –obviamente violentos-, matando de inmediato y sin previo procedimiento judicial a los primeros participantes apresados. Precisamente, por esto fue criticado, alegándose que sin conocimiento de causa, sin audiencia ni consulta, su aplicación del derecho ni la justicia, procediera a eliminar y encancelar a un conjunto de personas que supuso estaban involucradas e el tumulto.

La persecución que desató Ramírez Valderraín fue atroz[8]. José Caridad González y dos negros más, apresados al presentarse a ofrecer sus servicios, fueron muertos el mismo día cuando trataban de fugarse. En los días siguientes, todos los que cayeron prisioneros fueron ajusticiados. Treinta y cinco, apresados en San Luis, Pecaya y Pedregal, perecieron a golpe de pistola. Igual muerte corrieron otros cinco que cayeron en Paraguaná. Veinticuatro detenidos en la Sierra murieron degollados; a otros los decapitaron. Hasta tres mujeres (Polonia y Trinidad, esclavas de Doña Nicolasa Acosta y Juana Antonia, morena esclava de Don Francisco Manzano), fueron condenadas al castigo de azotes. Sus dueños debían deshacerse de ellas, en el término de dos meses, vendiéndolas fuera de la jurisdicción.

José Leonardo chirino y los que le acompañaban, fueron atrapados hacia el mes de agosto, tres meses después de la insurrección, por Juan Manuel de Aguero en el pueblo de Baragua y llevados a Coro. Como el juicio de allí se vio complicado por múltiples acusaciones que involucraban a personas como el Dr. Chirino y al finado José Caridad González en la insurrección, la Real Audiencia de Caracas tomó cartas en el asunto y José Leonardo fue trasladado a Caracas para ser juzgado.

El 10 de diciembre la 1796 la Real Audiencia de Caracas lo condenó “a muerte de horca que se ejecutará en la plaza principal de esta capital a donde será arrastrado desde la Cárcel Real y verificada su muerte, se le cortará la cabeza y las manos y se pondrá aquella en una jaula de fierro sobre un palo de veinte pies de largo en el camino que sale de esta misma ciudad para Coro y para los Valles de Aragua, y las manos serán remitidas a esa misma ciudad de Coro, donde una de ellas se clave en un palo de la propia altura, y se fige en las inmediaciones de la Aduana llamada Caujarao, y la otra en los propios términos en la altura de la Sierra donde fue muerto Don José Tellería"[9]

En la misma sentencia donde se decreta la muerte de Chirino, se toman decisiones contra otros personajes presos, fugitivos o familiares de los mismos. La sentencia ordenaba la libertad y perdón de todos los negros “loangos” que habían sido apresados; fue en cierta forma una tardía absolución a José Caridad González, asesinado sin derecho a juicio; por esto no quedó suficientemente clara su participación o no en estos sucesos       

Otro decreto importante de esta misma sentencia fue el destino de la familia de José Leonardo Chirino, siendo sus miembros sometidos a un status particular, puesto que se trata sólo de esclavos sujetos a un inventario, sino de la familia del jefe de la insurrección, a la cual había que vender fuera de la jurisdicción.
Este levantamiento escenificado en la serranía de Coro por un conjunto de esclavos e indígenas tuvo por objeto la abolición de los esclavos y la supresión de los numerosos impuestos, así como el establecimiento de un régimen inspirado en el haitiano (la Asamblea Nacional francesa había otorgado la ciudadanía a los hombres libres

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